sábado, 28 de febrero de 2015

Presencia


Cuando entras en algún lugar, ¿sientes que los demás son conscientes de tu presencia, notan que has llegado? o, por el contrario, ¿tienes la impresión de pasar desapercibido? A mí me han ocurrido las dos situaciones: la de experimentar una sensación especial, una energía que parecía como si yo reluciera y, además, notaba cómo los demás reaccionaban a mi paso; y la de pasar “sin pena ni gloria”, sintiéndome transparente, vacía y como si no existiera. ¿De qué depende que ocurra una u otra cosa? ¿Qué influye en esas distintas reacciones? 

Estamos hablando de la “presencia”, de tener o no “presencia”.

¿Tener presencia es “llamar la atención”? 

sábado, 14 de febrero de 2015

Las cosas no siempre son como piensas


Esta es una historia sobre nuestra manera de pensar, sobre cómo nos enfrentamos a la vida, sobre nuestra confianza en el mundo, en las personas, en el futuro,…

Una muchacha estaba aguardando su vuelo en una sala de espera de un gran aeropuerto. Como debía esperar por muchas horas, decidió comprar un libro para matar el tiempo. También compró un paquete de galletas. Se sentó en un asiento en la sala VIP del aeropuerto para poder descansar y leer en paz. Al lado del asiento donde estaba la bolsa de galletas se sentó un hombre que abrió una revista y comenzó a leer. 

Cuando ella tomó la primera galleta, el hombre también tomó una. Ella se sintió indignada, pero no dijo nada. Apenas pensó: "pero, que descarado, si yo estuviese más dispuesta le daría un golpe en el ojo para que nunca más se le olvide". Cada vez que ella tomaba una galleta, el hombre también tomaba una. Aquello la dejaba tan indignada que no conseguía reaccionar. 

Cuando quedaba apenas una galleta, pensó: "ah... ¿qué será lo que este abusador va a hacer ahora?". Entonces el hombre dividió la última galleta por la mitad, dejando la otra mitad para ella. ¡Ah, aquello era demasiado! se puso a bufar de la rabia. Entonces cerró su libro y sus cosas y se dirigió al sitio de embarque. Cuando se sentó, confortablemente, en su asiento, ya en el interior del avión, miró dentro de la bolsa y para su sorpresa ¡su paquete de galletas estaba allí... todavía intacto, cerradito! Sintió tanta vergüenza. Solo entonces percibió lo equivocada que estaba, ¡había olvidado que sus galletas estaban guardadas dentro de su bolsa! 

El hombre había compartido sus galletas sin sentirse indignado, nervioso, consternado o alterado, mientras ella quedó muy trastornada, pensando que estaba compartiendo las de ella con él. Y ya no había más tiempo para explicaciones... ni para pedir disculpas.

A veces, me pregunto, ¿por qué ante determinadas situaciones, tendemos a decantarnos por el peor de los supuestos? Es posible que el refrán “piensa mal y acertarás” haya penetrado demasiado en nuestra mente y haya colonizado nuestros pensamientos más espontáneos. 

También, puede ocurrir que nos apresuremos demasiado al sacar conclusiones, haciéndolo sin pararnos a reflexionar un minuto, sin considerar que detrás de un comportamiento puede haber muchas razones y detrás de una historia, muchas explicaciones.

El por qué actuamos con desconfianza, recelo, aprensión puede deberse a razones diversas, dejémoslo ahí. La cuestión que me interesa resaltar es la diferencia entre la respuesta de la muchacha y la del hombre, ante la misma tesitura. No sabemos lo que pasaba por la cabeza del hombre al ver como la chica se comía sus galletas pero, sin duda, encontró que nada perdía compartiendo su tentempié con ella. Y, quien sabe, probablemente, se alegró de poder hacerlo, de poder transmitir una actitud de vida diferente, de invitar a la chica a una reflexión de vida.

¿Qué creéis que ocurrirá si se vuelve a repetir la historia? 
¿Cómo construir la historia de las galletas de otra manera?